viernes, 4 de septiembre de 2015

Concurso Veraniego de Relatos Cortos 2015. XVII

Las bases del concurso aquí.

RELATOS ANTERIORES:



Fábrica de Sueños 
Risa cantarina
¡Antes le pegaré fuego! 
El chuchete poseido por la nutria
MOSQUITO 
La playa de mamá 
DESTINO FINAL 
Descubrimiento y castigo 
VACACIONES EN EL MAR
LOS PROTOCOLOS NO SON PARA EL VERANO...
Posiblemente una historia triste 
LA OTRA CARA DEL VERANO
Saque de honor 
LA CHAPA
Trueque de amor
KUNG FU de verano



¡Vamos a la playa, calienta el sol! Iñaki Zurbano Basabe











Verano de 2.055

Las playas estaban anunciadas en muchos idiomas, como cortesía de la ciudad de Alicante a sus numerosos visitantes: playa, beach, platja, hondartza, praia, plage, spiaggia, strand... Pero cuando uno ya se encontraba al pie del imponente rascacielos, los anuncios eran más concretos: "playas en plantas 59, 60, 61, 62, 63, 64 y 65"

La abuelita Irma y sus nietecitos Tino, Rosi y Vero, cruzaron el amplio hall de la "Gran Torre de Alicante" o "Gran Torre d'Alacant" en dirección a la zona de ascensores. Una vez en el interior del elevador ultrarrápido "Apolo 11" ( Cada ascensor tenía el nombre de una gloriosa astronave ) pulsó el botón de la planta 61, "playas exclusivas para niños de hasta 12 años acompañados de sus padres actuales o responsables legales" ( lo de "responsables legales" tenía su justificación porque la pederastia se había propagado como el alzheimer en aquella sociedad enfermiza y corrupta de mediados del siglo XXI )
La abuelita Irma y sus pequeñuelos se encontraron en el ascensor con Conchi, una antigua amiga de la abuela, aunque, tratándose de la abuela, todas sus amigas eran antiguas. Se dieron un par de besos tan sonoros - ¡muach!, ¡muach! - que llamaron la atención de una pandilla de jovenzuelos. Algunos incluso se rieron.
- ¡Uy, Conchi, querida, cuánto tiempo sin vernos!, ¿también vienes a la playa?
- Sí, hija, sí, pero no coincidimos. A mi me corresponde la playa de la planta 65, "mayores de 60 años sin niños ni mascotas" ¡Uy, pero que monos son tus nietecitos!
- Son mis tesoros más preciados, hija mía.
- Ya te digo, son guapísimos. Y la pequeñita es un encanto, ¡¿verdad, chiquitina?!, ¡tiki-tiki-tiki!
Los jóvenes estaban escandalizados ante tanta payasería de aquellas carrozas seniles.
- ¡Ay, Conchi, hija, que ya no es un bebé!... Vero tiene tres añitos.
- ¡Cómo pasa el tiempo, hija! Pues en mi playa de la planta 65 han puesto un sol que es como el de Andalucía, ¡qué hermosura de sol!
- Eres una exagerada, Conchi, jamás podrán igualar al sol natural de Andalucía... ¡ni al de Alicante!, es decir, al sol verdadero.
- Oye, me acuerdo ahora de una canción que solía cantar mi madre, una de su época: "¡Vamos a la playa, calienta el sol!, ¡chiri-biri-bi, porom-pom-pom!", no me acuerdo de más.
No hubo tiempo para más charla ni viejas canciones de verano. El elevador se detuvo en la planta 61 y las dos amigas se despidieron con otro par de besos escandalosos.
Irma y sus tres nietecillos disfrutaron de lo lindo en aquella mañana playera. Los niños se dieron al gozo del baño entre olas y remolinos especiales para niños, y montaron en barquichuelas de pedales, y corretearon por la arena, un tipo de arena especial para hacer castillos y otras figuras.
La abuelita Irma y sus nietecitos almorzaron a media mañana en el chiringuito playero, sentados ante una mesa ubicada junto al gran ventanal desde el que se veía una panorámica impresionante de la costa.
La abuelita no pudo reprimir que un par de lágrimas resbalasen por sus mejillas al ver ahí abajo la Playa de San Juan, su playa, la playa de su infancia y juventud, ahora convertida en un vertedero de inmundicias tóxicas, cadáveres de peces mutantes, basura arrojada desde los "cruceros de placer", ballenas y delfines en descomposición... Estaba rigurosamente prohibido el acceso a las "playas antiguas" La Humanidad aún no había resuelto sus graves problemas relativos a la ecología y el medio ambiente. La Amazonia ya era casi un páramo. Pero avanzaba mucho en tecnología punta para crear edificios altísimos e inteligentísimos, así como barcos, trenes y aviones que surcaban el mundo a velocidades escalofriantes. Y el hombre ya había llegado a Marte. El planeta rojo estaba habitado ahora por rusos, estadounidenses, chinos e iraníes y ya se avecinaban los primeros conflictos bélicos interplanetarios.
Regresó a la mente de la abuelita Irma la canción que le había recordado su amiga Conchi y se sintió estúpida al llenársele la cara de lágrimas. 
"¡Vamos a la playa, calienta el sol!, ¡chiri-biri-bi-porom-pom-pom!"




4 comentarios:

  1. ¡Uf! Da miedo pensar que sí, puede ser real a no tardar mucho, acojonante.

    En unas instalaciones acuáticas donde fui un par de veces con mi hijo cuando apenas tenía cinco o seis años, había una "playa" artificial.
    A determinadas horas, una máquina provocaba olas, cada vez más fuertes.
    El boniato se me fue hasta el fondo, donde cubría y el oleaje era bestial. Y yo detrás, porque papi no sabía nadar. Pienso que si no hubiera enseñado a nadar a mi vástago nada más nacer, esto no habría pasado, ¡uf!
    Que casí me ahogo yo, ¡caramba! tan fuerte era el oleaje. Y él, el único niño allí, disfrutando a más y mejor.
    Finalmente conseguí sacarlo y llevarlo a la "playa", que era de cemento. Se lo dejé a su padre con la orden de que no volviera a soltarlo si no quería que lo capase, y me tendí en la "playa" a descansar, dejando que el oleaje, allí manso, me acariciara.

    No me hacen gracia estas cosas, no, son tan peligrosas como las naturales, y gracias a que tanto mi niño como yo nos defendíamos como peces, porque allí no había nadie para socorrer, que mi ex casí se ahoga en un tobogán y tuve que sacarlo del agua porque la puput con camiseta de salvavidas ni se inmutó al verlo manotear al haber acabado el tobogan en una piscina que cubría y no lo sabíamos.
    Claro, el niño se lanzó delante, pero sabía nadar y salió como si nada. Yo también, hasta que fui consciente de que el padre no sabía nadar y corrí a sacarlo.

    El relato sí me gusta por la fantasía y excelente narración. Pero esperemos que no ocurra nunca.

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  2. Hombre, según como lo mires, empezó a ocurrir hace muchísimos años con las piscinas. La gente ha pasado de no bañarse en las playas ( nuestros abuelos, bisabuelos, etc.) a bañarse en ellas y luego a bañarse en mil simulacros de playas, llámense piscinas o parques acuáticos. Por otra parte la clausura de playas por la porquería de petroleros, la mierda que arrojan desde las fábricas, los barcos, etc., ya es un hecho también. Precisamente la playa en la que me inspiré para el relato "Posiblemente una historia triste", la de mi infancia, fue cerrada al público cuando yo era un crío todavía, en los años sesenta, porque toda la mierda que arrastraba el Nervión iba a acumularse allí.
    ¡Jo, el que no sabía nadar era el padre!, esto suena un poco a "La familia Ulises" del TBO, jajaja!, bonita anécdota. Yo lo único que he conocido en cuestión de parques ha sido el "Acuopolis" de Madrid, y sí, me resultó entretenido. Además había un espectáculo no acuático añadido, una recreación del Far West, un poblado del viejo Oeste en el que los buenos mataban a los malos, montaban a caballo, etc., y nos llevamos la sorpresa de que el alma mater del grupo, Dan Barry, actor de cine, era el que dirigía el cotarro, y mi mujer había trabajado una temporada con él, precisamente de india, siendo llevada a caballo por el héroe. Además había dos actores que conociamos, uno porque yo había trabajado con él en una gira, y otro porque yo le conocía de los ambientes de teatro del centro de Madrid y mi mujer porque coincidió con el en una zarzuela. Mi mujer no era artista, daba vueltas por Madrid con el coche de la megafonía anunciando el evento.
    ¡I hope have a nice weekend!

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  3. Pues yo tambien espero que esto no pase de ser una pura fantasia. No creo que esto llegue a suceer. Confio en la inteligencia del ser humano. El relato me gusta, pero yo le pondria fecha mas lejana 2500 mejor jeje. Buen finde!!

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  4. Ya le he explicado que está sucediendo hace tiempo, Mar, no ha llegado de golpe pero ha empezado. A lo que he contado ahí arriba hay que añadir las ballenas desorientadas por los ruidos que emiten las señales electrónicas de los barcos, ballenas que aparecen varadas en muchas playas, y la extinción de muchas especies de peces porque no se respeta la consigna "pezqueñines no, gracias" El ser humano es el peor depredador.

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Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.