lunes, 28 de julio de 2014

Concurso Veraniego de Relatos Cortos 2014 (6)

Pinchar aquí para ver las normas del concurso.
 
Relatos anteriores:

1- Fieras en la playa. De Iñaki Zurbano Basabe
2- Llegado el verano. De Enriqueta Jiménez Herrera
3- Empanada gallega. De Iñaki Zurbano Basabe 
0- Sadismo en el hospital. De Leona Catalana (Fuera de concurso)
4- El verano de Rupertina. De Enriqueta Jiménez Herrera 
0-2-  Un ángel veraniego. De Leona Catalana (Fuera de concurso)
5- Un verano triste. De Enriqueta Jiménez Herrera

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Autor: Iñaki Zurbano Basabe

Campo o playa

Era el gran dilema familiar de todos los veranos para los Berzosa. Don Atanasio Berzosa, el orondo cabeza de familia, solía decir que le daba lo mismo. La opción campestre era el camping "Los Pinillos", y en los bares del pueblo, "Pinillos del Duque", servían exquisitas paellas y jarras de cerveza muy fría, lo mismo que en los chiringuitos de "Playa del Conde", el pueblo de la playa. Por lo tanto, a Don Atanasio y a su monumental barriga paellera-cervecera, les daba igual arre que so, playa que campo.
Doña Sonsoles, la esposa, se decantaba por el camping sin ninguna reserva, porque no soportaba madrugar para clavar la sombrilla en la primera línea de playa. Además, la "piscina olímpica" del camping le era más que suficiente para poner a remojo sus magras carnes.
Felicitas era una catorceañera rechonchita y muy protestona, y sus protestas subían de tono en estas fechas porque ella prefería la playa.
"Jo, el camping es un muermo, no va ninguna amiga mia del cole!"... "Papá, a que te da igual comerte la paella en la playa?"
Don Atanasio sonreía o respondía ambiguamente porque su señora imponía mucho y al final había que hacer su santa voluntad.
Gilbertito tenía sólo siete años, pero también opinaba. El quería playa, como su hermano, porque en la piscina del camping no había rocas para coger lapas ni se veían mamás con las tetas al aire.
Sin embargo, la elección campestre triunfaba casi todos los veranos porque la abuela, Doña Anunciata, era una enemiga declarada de la playa, y tanto que su cantinela se había hecho célebre: "Las playas son muy, muy, muy peligrosas!"
Si a esto le añadimos que el camping - un camping de tercera categoría - salía más barato que alquilar una vivienda de mala muerte en Playa del Conde, lo cual significaba que podían permitirse incluso el lujo de acampar más días, pues santas pascuas, todos al camping de Pinillos del Duque... para desesperación de Felicitas y Gilbertito.
"Pero al final siempre termináis pasándolo bien, y haceis amigos nuevos", les recordaba Doña Sonsoles cada verano, con lo cual sólo conseguía que se enfurruñasen más.



El camping de Los Pinillos estaba situado a unos 150 metros sobre el nivel del mar, y la playa de Playa del Conde se les ofrecía en una hermosa panorámica. Felicitas y Gilbertito hubiesen preferido no verla para no pasarse todas las vacaciones pensando amargamente en ella.
Cierta noche, cuando ya llevaban una semana instalados en el camping, al viento le dio por soplar de una manera inusual para ser verano. Ningún campista pudo pegar ojo en toda la noche e incluso salieron volando tres tiendas de campaña de pardillos que las tenían mal sujetas.
Alguien dio la alarma por la mañana y todos salieron corriendo hacia el mirador desde el que se podía observar una larga distancia de costa y playas. Y lo que vieron les puso la carne de gallina: olas gigantescas estaban convirtiendo Playa del Conde y otros pueblos próximos en una prolongación del mar.
Un señor mayor tenía su transistor puesto al máximo de volumen, y todos pudieron escuchar esto: "Se calcula una cifra aproximada de 1.500 muertos hasta este momento. Algunas personas han logrado escapar. Otras muchas luchan desesperadamente por sobrevivir"
Felicitas se agarró a su padre, estaba asustadísima.
- Papá, eso es un tsunami?
- Sí, hija, sí. Bueno, en mis tiempos se llamaba maremoto.
La abuela aprovechó la conyuntura para soltar su frase fetiche:
- Las playas son muy, muy, muy peligrosas!
Doña Sonsoles le lanzó una mirada furibunda a su marido para espetarle a renglón seguido:
- Atanasio, por Dios, cómo es posible que te estés tomando una cerveza a las siete de la mañana?!
Pero fue Gilbertito el que puso la guinda:
- Mamá, bajamos a ver cómo se ahogan?

4 comentarios:

  1. Desde luego, usted le saca punta a todo, incluso a las desgracias.
    Ya sabemos que el humor es el humor, aunque sea negro.

    Muy bueno, me he reído con la pregunta final de Gilbertito y me lo imagino con los ojazos abiertos, ansioso por bajar, je je je...

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  2. En el humor, si utilizas la inteligencia y te marcas como consigna primordial el respeto, puedes utilizar también las desgracias. Aquí, concretamente, no uso ningún tsunami conocido ni los personajes son reales. No se me ocurriría, por ejemplo, escribir una cachondada sobre las ultimas catástrofes aéreas.
    Un abrazo!

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  3. Oh, las abuelas son quejicas, muy quejicas... el problema es que a menudo sus quejas no sirven de nada. Quiero decir... las quejas de mi abuela a mi familia no la han salvado de morir ahogada, ni nada de eso, jajajajaja.

    Gilbertito me da miedo. Es cruel y pervertido :(

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  4. Está influenciado por la tele, Don Lupis, para él ver ahogados en directo es como verlos por la pequeña pantalla. Gracias por leerme, yo también leí lo suyo hace días y le comenté. Un abrazo!

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