jueves, 3 de octubre de 2013

TECLEANDO... DE VERANO A OTOÑO (XVII)

Don Paeloris

Viene de Un visitante sorpresa




¡Ayyyyyyyyyyy!, las felinas somos muy puñeteras y nuestros amigos tienen que aguantarnos con toda su santa paciencia, je je je...

Álex y la mujer del teclado recorrieron varios pasillos hasta que el guerrero indicó una puerta echándose a un lado respetuosamente. Las claves para acceder electrónicamente a ciertas estancias habían sido cambiadas desde la primera incursión de los infiltrados, sólo Nando y Álex podían abrirlas, además de la mujer y su huargo.
Ésta se puso delante y las puertas se abrieron. Entró, seguida por Álex, ya que no le había dado instrucciones de quedarse fuera.
Cuando vió al hombre que le había descrito el guerrero, su rostro se ensanchó con una enorme sonrisa.
- ¡Don Paeloris!
Éste se levantó de la butaca donde estaba sentado, observó a la mujer y abrió unos ojos como platos. Su mente racional le decía que no, que aquello no era posible, sin embargo, ¿qué era posible o no? Había entrado en el Instituto Cervantes de Manchester, buscando un libro con el que satisfacer sus ansias de lectura y de saber, pero de pronto se encontró en un lugar completamente desconocido, vagando por sus pasillos hasta que lo detuvieron y lo encerraron en esa habitación donde estaba. Reconoció al chico que acompañaba a la mujer, era el que le había interrogado. Un buen chaval, pensó el prisionero. Pero le urgía reaccionar, decir algo. Por primera vez en su vida se sentía mudo, la visión de la mujer le había impactado mucho, puesto que la conocía, sabía quien era. ¿O no?

Ella se le acercó con los brazos abiertos, al parecer contentísima. Y el prisionero comprendió que no se había equivocado, que era esa la mujer que conocía en la distancia y por fin la tenía delante de su barba canosa.
Se abrazaron y el Paeloris se puso a ametrallar inmisericorde hasta que la mujer le pidió silencio, que por favor, respondiera a sus preguntas porque se trataba de un asunto muy importante y no podía perder tiempo, de ello dependía la vida de millones de personas.
- ¡Joder, Doña, usted siempre metida en cipostios varios! ¿Y yo qué pinto en esto? -añadió algo receloso, aunque se estaba ríendo por dentro, contento con la novedad-
- Esto es lo que quiero saber, amigo mío. No comprendo cómo ha llegado usted aquí, y mucho menos el motivo.
- ¿No lo sabe? Pregúntele a Don Jesús, je, je je...
- Qué ocurre con Jesús? -preguntó la mujer- ¿Sabe algo?
- No, no. ¡No sé nada!, a mí que me registren.
- Pero bueno, ¿dónde estaba usted justo al llegar aquí?
Y el Paeloris contó lo único que sabía, que iba por el Intituto Cervantes cuando todo cambió y se encontró en pasillos desconocidos. La mujer asintió, dándole credibilidad, sabía que mencionó a su común amigo Jesús simplemente por la costumbre de hacer bromas. Su rostro intentaba reflejar tranquilidad, pero interiormente estaba alarmada. Ya había demasiada gente que conocía  implicada en aquel asunto harto delicado y muy importante. "¿Intentan desviar mi atención?", pensó con preocupación. "Pues se van a joder, ¡por Thor!".
- Vamos, acompáñeme.
Y dirigiéndose a Álex, le dijo que volviera a sus asuntos de vigilancia, que no había ningún problema con aquel hombre. El guerrero asintió y se marchó.

Continuará...