sábado, 31 de agosto de 2013

TECLEANDO EN VERANO (VII)

Otro infiltrado

Viene de Lobo Gris


- He solucionado lo de la cocina -dijo el lugarteniente a la mujer del teclado-
- ¿Cómo? -inquirió ésta-
- He trasladado a todos, alejándolos de aquí y los he sustituido.
- ¿Por quienes?
- Te va a gustar -dijo con una sonrisa-. He traído a Josa, sus hermanos y a Dori.
- ¡Fantástico!

Eran gente de toda confianza, conocidos por la mujer del teclado desde hacía años, y por su lugarteniente, que había trabajado con ellos, además de que Dori era su ex esposa, con la que tenía un hijo. Profesionales de los fogones y la hostelería, sobretodo Josa, un gran cocinero.
La mujer sonrió al recordar cuando convenció a su lugarteniente, años ha, de que trabajase para ella como camarero en un restaurante que por entonces regentaba. Necesitaba a dos y trajo consigo a Dori, por entonces su novia. Sólo era para la cena de Fin de Año y ambos solían trabajar en esa fecha en discotecas, ella como camarera y él como guardia de seguridad. Les convenció de que cobrarían lo mismo, pero sin borrachos ni alborotadores, era un restaurante familiar.
Lo divertido fue que obligó a Nando a ponerse una corbata de lazo de terciopelo negro. Se resistió como gato panza arriba, estaba convencido de que con la camisa blanca y el pantalón negro bastaba, pero acabó claudicando porque la jefa era ella. También tenía un lazo para Dori, pero al ver su blusa, de cuello largo, consideró que no era necesario.
Habían pasado varios años, ellos se casaron, tuvieron un niño, se separaron, pero la amistad entre la mujer del teclado y su lugarteniente siguió.

- Voy a ver qué hacen los "okupas" -le dijo con un guiño, contenta de que el asunto de los venenos estuviera controlado-
Entró en su sala de trabajo y saludó brevemente con la cabeza a los espécimenes al otro lado del vidrio, pero antes de que pudiera sentarse ante el teclado sufrió un espasmo. Lobo Gris la miró alarmado. La mujer trastabillaba, perdía el equilibrio, intentaba mantenerlo pero daba tumbos, a punto de caer.
El huargo se levantó y la cogió por la ropa con sus dientes, arrastrándola fuera de la sala.  Cinco personajes tras el vidrio estaban muy interesados. En realidad todos, pero Cayo Julio César pensó si la mujer sufría el mismo mal que él, epilepsia, y claro, también Octavio, que fue testigo de ello, así como Posca, el esclavo, que lo sabía perfectamente. Octavia y su amante Servilia también lo sabían al haberle sonsacado la primera a su hermano cuando lo sedujo y habérselo comunicado a ella, deseosa de acabar con César.

El lobo hizo que se abrieran las puertas y arrastró a la mujer fuera. El guardia que estaba al otro lado la cogió en brazos, sin saber qué pasaba y se dispuso a llevarla a la enfermería, había quedado sin sentido. Lobo Gris rastreó su mente y se lo permitió. Por un momento tuvo intención de acompañarles, pero después de unos pocos pasos se volvió. Regresó a la sala de trabajo, entró en las estancias privadas y se dispuso a esperar tras la puerta cerrada, fuera de la vista de los "visitantes" y de cualquiera que entrara, todos los sentidos alerta.

Sólo tuvo que esperar unos minutos. Percibió la presencia de alguien con malas vibraciones. Rastreando la mente de los "visitantes, "vió" que el intruso intentaba acceder al ordenador. Entonces salió y se abalanzó sobre él, inmovilizándolo fácilmente. Estaba sobre su pecho, en el suelo, enseñándole los colmillos babeantes, las fauces retraidas y gruñendo sordamente.
Se abrió la puerta del pasillo y entró el lugarteniente con algunos hombres más. Levantaron al nuevo infiltrado y se lo llevaron bajo órdenes explícitas de Nando.
Éste miró a los ojos al huargo y le pidió que siguiera allí, que su ama estaba bien y se recuperaba.

Los "visitantes" estaban inquietos, no entendían nada. ¿Y si los infiltrados pretendian liberarlos y la mujer no lo permitía? Todo eran cábalas.

Continuará...


5 comentarios:

  1. Felices relatos!... Y vamos de infiltrados, el espionaje nuestro de cada día, del que no se salva ni Doña Sánchez Camacho, esa mujer que sale en todas las fotos con cara de susto, o me lo parece a mi.
    Don Nando con lazo de terciopelo negro, jo!... Seguro que él deseaba llevar la camisa blanca abierta un par de botones o tres para mostrar pecho peludo.
    Ahí va el Lobo!... No se le escapa un infiltrado al fiel guardian. A mi acojonaríame con esos colmillazos lobunos y ese gruñir aterrador más que si tuviese encima a la propia Sánchez Camacho.
    Que siga la historia!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Uf!, Alicia se hizo un "arreglillo" en la boca y va camino de emular a la Duquesa de Alba...
      ¿Quien sabe quien espía a quien? Todos son iguales, en esta función no se salva ni el apuntador.

      No, Nando no tiene el pecho peludo, je je je... Simplemente que no estaba acostumbrado a ello. Incluso le dijo a la jefa que su lugar sería en la entrada, para impedir el paso a indeseables, pero ésta le hizo ver que se trataba de un club privado y que sólo ella conocía a todos los socios y no iban con el carnet encima, así que su puesto estaba dentro, presto a actuar a una indicación suya. Y sí, tuvo que hacerlo. Una sola vez. Fue educado, pero contundente y el follonero se fue por iniciativa propia ;D

      En cuanto al huargo, suele estar alrededor de su ama, de ahí que no haya percibido aún a los infiltrados, excepto esta vez, al quedar ella fuera de combate y ser consciente que tenía que sustituirla.
      Pronto veremos lo que le ha pasado a la mujer del teclado y lo que decidirá.

      ¡Sigue la historia!

      Eliminar
    2. Prontísimo más bien porque veo que la cosa ya está aquí arriba, y dicha mujer tecleadora tiene una cara que me suena. Tachán, tachán!

      Eliminar
  2. Todo mi apoyo a los infiltrados. ¿Por qué motivo tienen que estar esos personajes históricos encerrados? ¡Libertad para Julio César y compañía!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Déjate de monsergas y arengas revolucionarias ;)

      Deben estar encerrados por dos motivos -más bien tres-:
      1) No se sabe cómo han llegado aquí y por qué.
      2) Pueden contagiar enfermedades ya erradicadas y al mismo tiempo, contagiarse a su vez de nuevos virus inexistentes en su época.
      Pero lo peor, que alborote tanto personaje importante y monten un circo de los suyos, no olvidemos que hay dos legionarios armados y esos hacen una escabechina si Julio César levanta una ceja simplemente.

      Están encerrados por su propia seguridad y cuando la mujer del teclado averigüe cómo y por qué han aterrizado aquí, su misión es devolverlos sanos y salvos, por mucho que tenga ganas de eliminar a unos cuántos, je je je...

      Eliminar

Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.