lunes, 26 de agosto de 2013

TECLEANDO EN VERANO (IV)

El prisionero

Viene de Julio César





Lobo Gris sabía a donde se dirigian. Le tenía sin cuidado el prisionero, no mataba humanos; al menos, su ama nunca se lo había ordenado y él siempre cumplía sus deseos. Sabía cuando ella mentía a los humanos, sabía que lo hacía por necesidad. Sabía que había humanos tan necios que se creían cualquier cosa expresada con palabras. Su ama y él nunca habían necesitado palabras, incluso sin establecer contacto visual, ambos sabían lo que pensaba el otro aunque estuvieran separados por kilómetros de distancia.

La mujer y su huargo giraron en el pasillo y entraron en una estancia cuyas puertas se abrieron automáticamente. Los demás necesitaban identificarse electrónicamente, pero ellos no, todo se abría a su paso.

- Nando -dijo dirigiéndose a su lugarteniente-, ¿has averiguado algo?
- Malas noticias -respondió éste, preocupado- La persona que aceptaba nuevos guerreros ha desaparecido.
- Explícate.

El lugarteniente le contó que se trataba de alguien supuestamente de toda confianza, que estaba con ellos casi desde el principio y ahí seguía, hasta que el infiltrado fue detenido.
- Un traidor -murmuró la mujer sombriamente. Y añadió- ¿Le conocías bien?
- Todo lo bien que podemos conocernos entre nosotros, ya sabes, hablar poco, no dar datos...
- Lo sé. Sólo puedo confíar ciegamente en ti y en Alex por conoceros anteriormente. Y en Lobo Gris, claro -añadió mirando al enorme huargo- Por cierto, ¿cómo se encuentra?
- Alex está bien. Al parecer recibió una descarga del infiltrado con un objeto oculto en su traje y que estamos estudiando.
- Me alegro mucho. Que descanse lo necesario para recuperarse al 100%, me váis a hacer mucha falta. Y ahora vamos a hacerle una visita al prisionero.

Salieron los tres, dirigiéndose a las celdas. Hombre y mujer caminaban serios. El lugarteniente señaló una puerta y esta se abrió cuando la mujer se puso delante.
El prisionero dió un respingo al verles entrar con el huargo. Empezó a sudar copiosamente y a temblar, pero la mujer miró al gran lobo y este se sentó tranquilamente, sin mostrar ningún interés por el preso.
El hombre fue interrogado por la mujer del teclado con preguntas concisas, pero nada pudieron sonsacarle. No sabía nada, ni siquiera conocía a la persona que había permitido su entrada. Le seleccionaron prometiéndole una fuerte paga y tampoco tenía claro a qué se dedicaba la organización en la cual lo habían infiltrado. Sólo era un mercenario, aunque sí dijo creer que no era el único, pero tampoco estaba seguro.

La mujer lo miró fijamente a los ojos.
- He garantizado tu vida, pero... no puedo hacerlo si hay otros infiltrados como tú porque cualquiera de ellos puede acceder a ti identificándose electrónicamente como hiciste tú en mi sala de trabajo... -la amenaza quedó latente-
- ¡No sé quienes son! ¡No lo sé! ¡Lo juro!
- Haz un esfuerzo -intervino el lugarteniente- De alguna manera tenéis que reconoceros, por ínfima que sea.
- Así es -apostilló la mujer-, es absurdo que no os podáis reconocer. A ti ya te conocen ellos por haber sido hecho prisionero, creo que no te van a dejar vivir mucho tiempo y yo no podré hacer nada por evitarlo.

El prisionero tragó saliva. Era evidente que se encontraba en un mar de dudas, pero estaba demasiado alterado. No había pensado ser descubierto cuando pretendió matar a la mujer y apoderarse de la información de su ordenador. Deshacerse del guardian fue fácil con el dispositivo que le habían facilitado, pero sucumbió ante los zarpazos de aquella leona humana. ¡Para esto no lo habían preparado!

- Vámonos, Lobo -dijo ésta al animal- pronto tendremos que ocuparnos de un cadáver...
- ¡No! ¡No!
Pero la mujer salió sin hacerle caso, seguida del huargo y su lugarteniente. Sabía que el prisionero no iba a hablar. Al menos de momento.
Una vez fuera, se dirigió al hombre.
- Nando, que Alex monte guardia ante esta puerta si está en condiciones de ello y no deje pasar a nadie. Recuérdale como fue abatido y que no establezca contacto físico. Si es necesario, que dispare sin contemplaciones porque no sería nuestra gente.
- Así se hará.
- Y otra cosa, investiga en la cocina. No quiero que sea envenenado, ni mucho menos nuestros "visitantes". Me temo que quien sea que nos los ha traído aquí va a por ellos. Un accidente ha hecho que lleguen aquí, pero sospecho que su destino era otro y quieren recuperarlos. O eliminarlos -dijo sombriamente-

El lugarteniente asintió. Era consciente de los tremendos cambios en la Historia que podían suceder si la mujer no conseguía devolver a los romanos a su época sanos y salvos. No se trataba sólo de hechos históricos, sino de millones de personas que dejarían de existir de un plumazo, sin llegar a nacer. Generaciones enteras.

Continuará...


3 comentarios:

  1. Choque de culturas, de épocas, de mundos... Apasionante el relato, Doña Leona!
    El veneno acechaba en épocas preteritas, cuando no estilaban los "drones" u otros sistemas "infalibles".
    Continúa la intriga!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto es lo que pretendía con la actividad 'Cambiazo a la historia', aunque reducido, con un solo episodio. Dado que no hay participantes, me pongo las botas con la historia entera, tranquilamente, ¡juas!

      Eliminar
  2. Pues adelante!...
    Cierto, hay mucho absentismo blogueril, je, je!

    ResponderEliminar

Lamentamos que exista moderación de comentarios, pero es necesario debido a ciertos anónimos muy persistentes.